Ahora, definitivamente, se me ha ido de las manos.
J. Nos conocimos hace unos dos meses, de fiesta, por la Alameda. En cuanto se me acercó para pedirme fuego lo tuve claro: tenía que ser mío. Alto, delgado, con el pelo color cobrizo y algo alborotado, con barba de dos días y con una sonrisa que iluminaba la discoteca entera. Le presté mi mechero, lo usó y me lo devolvió. -Gracias. La noche transcurrió y yo lo buscaba entre las hordas de estudiantes de fiesta preexámenes. Yo quería ir a buscarlo para entablar conversación, pero no lo encontraba y mi amiga no estaba muy por la labor para acompañarme. Así que lo dejé pasar. La noche se terminó. Nos cerraron la discoteca y nos fuimos fuera con el grupo de gente con el que estábamos. Nos sentamos en un banco y de repente lo volví a ver. Vino de nuevo hacia mí, pero esta vez para pedirme un cigarro. -Es el último que me queda, espero que sepas que para mí es todo un sacrificio dártelo a ti y ahora. Se lo dí y empezamos a hablar. De banalidades, supongo. Llegó la hora de irse, tenía que despedirme de él. Me dijo que le había gustado conocerme y que ya nos volveríamos a ver por aquí. Le dije que de acuerdo, que me diera su teléfono y le pegaría un toque cuando volviera a salir. Tenía el móvil estropeado, lo cual me sonó como la peor excusa del mundo, así que le dije que vale, que ya nos veríamos por ahí. Nos despedimos. Nos dimos dos besos. Nos quedamos mirándonos fijamente y nos besamos. Ése fue el comienzo de la historia.
Tras dos meses de "relación", de enfados, alegrías, momentos buenos, momentos malos y lujuria, mucha lujuria, la he cagado.
A. Lo conocí la noche que conocí a M, sí, a mi querido y amado M (nótese la ironía). Es amigo suyo. Cuando lo ví, me pareció un típico cani con aires de chulo y no me llamó la atención conocerlo. ¿Y entonces, qué? Jueves 24 de junio, noche de San Juan, Conil, alcohol y muchas, muchas ganas de fiesta. A lo sumo, cruzamos 2 palabras en toda la noche, ya me habían advertido: Laura, no te dejes engatusar por él. Fuimos a acompañar a una de las que estaban allí al hostal donde se quedaba, fuimos los 3. Gracias a mis lagunas mentales provocadas por la ingesta masiva de Barceló no recuerdo muy bien lo que pasó. Sólo sé que llegamos a la playa y la que compartía hostal con la otra también me pidió que la acompañáramos. Fuimos esta vez 4. Cuando volvimos, A me insistió en ir a su coche para buscar algo para dormir en la playa, pero mi lamentable estado de descomposición humana hizo que me tumbara en el asiento trasero del coche y empezara a marearme como si no hubiera mañana. -¿Estás bien? -¿Tú que crees? Arcadas. Tuve que incorporarme. -¿Necesitas andar o algo para ponerte mejor? -No. Empezó a hacerme cosquillas por el brazo y me besó. Yo le dije que no, que no podía ser. Hasta entonces no me había fijado realmente en él. Pelo rubio, estatura media, rasgos toscos y cuerpazo de gimnasio. Bastante guapo. Y para nada era tan malo como me advirtieron. Me dejé llevar. Pasaron las horas y yo no quería que esto se supiera. Me sentía culpable, por lo que me habían dicho de él y por el hecho de que era amigo de M. Así que fui contundente, le dije cuál iba a ser nuestra coartada: -Tú intentaste besarme pero yo te dije que no, así que me respetaste y nos dormimos. Tú en el asiento del copiloto y yo en el de atrás. -De acuerdo, pero yo quiero volver a quedar contigo.
Y a partir de ese momento, Laura empezó a jugar a dos bandas. A conocía la existencia de J, desde el primer momento. Pero todo dio un vuelco el viernes pasado. J vino a verme y yo le recriminé sus desplantes y su vagancia a la hora de llamarme y quedar conmigo. Y le conté lo de A. Su cara cambió. Me soltó la mano y miró hacia abajo. -Lo siento, he estado viéndome con él porque pensaba que tú pasabas de mí y te estabas tirando a otra a mis espaldas. -Laura, no me he estado tirando a nadie y me jode que pienses así, ahora mismo no sé cuánto te importo ni lo que va a pasar. Sólo sé que me molesta que hayas hecho esto, cuando yo he conocido también a gente pero no he hecho nada con ninguna por ti. Ahora la pelota está en tu tejado. Yo sólo te voy a decir que elijas.
Zas.
Mi culpabilidad aumentaba por momentos, íbamos por la calle, llenándola de silencios incómodos y miradas cabizbajas. Tras visitar a unos amigos suyos, con los que, por cierto, hizo patente lo que "sentía" por mí, volvimos hasta mi coche para venirnos a mi casa. Y lo que pasó, fue, que me dio una de las mejores noches de mi vida. Entre copas de vino, brindis y algo de hierba, lo ví claro. Me gustaba. Me gustaba como hacía tiempo que no me gustaba alguien. Y no me importaba ni nada ni nadie más. Al día siguiente, le pregunté si había pensado algo acerca de lo que le conté sobre A. -Quiero que dejes de verle. Quiero que estés únicamente conmigo. -Entonces yo tengo que pedirte a ti que estés sólo conmigo. -Entonces... ¿me eliges a mí? -Sí.
Y ayer quedé con A para hablar con él. Y todo hubiera sido más fácil si no me hubieran vuelto a surgir las dudas. ¿Por qué? Porque no estoy segura de la constancia de J, porque A me trata genial, me respeta y siempre intenta verme por todos los medios. Yo, en el fondo de mi alma sé que J es mi hombre, me encanta en todos los sentidos, pero no sé si es el que realmente me conviene.
¿La reacción de A? Pues que lo deje todo por él, que no importa ni nada ni nadie más. Y para rematarlo, me dijo que no sólo quería ser mi, textualmente, "amigo de algunos días".
Y, para más inri, mi secreto ha sido descubierto. Mi mejor amiga, a la que se lo he ocultado, se ha enterado. Y no sé si me he jugado mi amistad con ella por un hombre, un hombre con el que no tengo casi nada en común pero que me hace confundirme tanto con sus encantos.
Ahora, se me ha ido todo de las manos.
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