Qué tonta fui el año pasado.
http://www.youtube.com/watch?v=jkghvDiji0Q
Antes, escuchar esta canción suponía recordar algo que hice y de lo que me arrepentí muchísimo. Esta canción era sinónimo de miedos, inseguridades y secretos, sobre todo secretos. Un secreto que llevo guardado hasta día de hoy y que me ha hecho sentirme culpable días y días enteros.
Y ahora, justo ahora, después de haber conseguido olvidarlo por completo, he vuelto a recordar y ha sido escuchando esta canción. Y ahora, los recuerdos que me vienen a la mente hacen que me haya dado cuenta de que todavía existe una cosa llamada felicidad y que volveré a encontrarla. Y no han sido las miles de palabras que he escuchado las que me han convencido, ha sido esta canción y los trozos de vida que me ha devuelto.
Ahora, escuchar esta canción es terriblemente reconfortante.
lunes, 28 de febrero de 2011
domingo, 27 de febrero de 2011
Pre-paración
Me pongo en el Spotify una lista de canciones que lleva por título "Música de buen rollo jaajjaajajaj" y me preparo para irme al Río a tomar el solito como los lagartos y a jugar a las cartas y, quien sabe, a lo mejor continúa hasta altas horas de la madrugada. Eso es lo que yo quiero.
PD: MA-TA-DOR
PD: MA-TA-DOR
domingo, 20 de febrero de 2011
Lección 0
Esto no se arregla.
Anulada. Ignorada. Una perfecta segundona. Lo he dado todo, absolutamente todo. Pero ya no queda arena dentro del reloj.
Ya no puedo poner más de mi parte porque ya no existe, no hay, se ha ido. Las ganas, los motivos por los que luchar, las fuerzas, se han desvanecido.
Ya no puedo continuar viendo cómo pasan los días observando cómo te quedas ahí sentado, inmóvil, mirando cómo nos hundimos.
Ya no puedo seguir viviendo así, a merced de la incertidumbre, del no saber. Con una rabia que me quema por dentro al ver que se nos está yendo de las manos y no haces nada por solucionarlo. Rabia, porque me temo que no puedo seguir remando yo sola para que la balsa no se hunda.
Harta. Cansada. Decepcionada y desilusionada. Porque si existía la más mínima certeza de que pudiésemos salir adelante, créeme yo la he exprimido al máximo, una y otra vez. Pero ya no.
Ya me doy por vencida, por mucho que me cueste admitirlo, me voy por vencida y no voy a poner ni más empeño, ni más ganas ni más de nada para salir a flote. Porque no me quedan y, sobre todo, porque me duele. Me duele muchísimo. Me duele esa indiferencia, me duele que te falten las ganas, me duele la carga que yo sola estoy soportando.
Me duele que mi sitio este al margen, a un lado, por debajo del resto de las cosas. Porque creo que después de todo lo que he dado, después de todo lo que he luchado y aguantado no me lo merezco.
Aquí dejo la última huella de mi resistencia.
Anulada. Ignorada. Una perfecta segundona. Lo he dado todo, absolutamente todo. Pero ya no queda arena dentro del reloj.
Ya no puedo poner más de mi parte porque ya no existe, no hay, se ha ido. Las ganas, los motivos por los que luchar, las fuerzas, se han desvanecido.
Ya no puedo continuar viendo cómo pasan los días observando cómo te quedas ahí sentado, inmóvil, mirando cómo nos hundimos.
Ya no puedo seguir viviendo así, a merced de la incertidumbre, del no saber. Con una rabia que me quema por dentro al ver que se nos está yendo de las manos y no haces nada por solucionarlo. Rabia, porque me temo que no puedo seguir remando yo sola para que la balsa no se hunda.
Harta. Cansada. Decepcionada y desilusionada. Porque si existía la más mínima certeza de que pudiésemos salir adelante, créeme yo la he exprimido al máximo, una y otra vez. Pero ya no.
Ya me doy por vencida, por mucho que me cueste admitirlo, me voy por vencida y no voy a poner ni más empeño, ni más ganas ni más de nada para salir a flote. Porque no me quedan y, sobre todo, porque me duele. Me duele muchísimo. Me duele esa indiferencia, me duele que te falten las ganas, me duele la carga que yo sola estoy soportando.
Me duele que mi sitio este al margen, a un lado, por debajo del resto de las cosas. Porque creo que después de todo lo que he dado, después de todo lo que he luchado y aguantado no me lo merezco.
Aquí dejo la última huella de mi resistencia.
domingo, 13 de febrero de 2011
Depression
Domingo por la tarde. Llueve a cántaros. Mal de amores.
Los tres ingredientes clave para que eche mano de mi paquete de lacasitos y de un vaso de vino. Sentada en el sofá viendo los "peliculones" de Antena3, con el pijama puesto y la bata de casa verde fosforita con flores rosas que a mi madre se le ocurrió regalarme por algún oscuro motivo. Con el cenicero lleno de colillas pero el paquete de tabaco vacío de cigarrillos y lo que es peor, sin dinero suficiente para comprar otra dosis de nicotina.
Ahora mismo, soy como Marla Singer, sólo que ni follo tanto como ella ni me follo a Edward Norton o Brad Pitt. Creo que nunca he llegado a dar tanta pena, lo único que me falta es que aparezca un cámara de callejeros haciendo un especial de "adolescentes al límite: jóvenes que acaban mezclando los lacasitos con el vino sin ser conscientes de la diarrea que tendrán que soportar".
Lo único que puede salvarme ahora es comida oriental en cantidades industriales, pero claro, como no vaya a atracar un kebab no sé cómo lo conseguiré. Tendré que esperar que el efecto resultante de la mezcla de vino y chocolate colapse mi cerebro y me haga convertirme en Hulk o algo parecido. No creo que cueste tanto, si total, ya voy de verde...
Bueno, al menos el vino es de buena calidad.
Los tres ingredientes clave para que eche mano de mi paquete de lacasitos y de un vaso de vino. Sentada en el sofá viendo los "peliculones" de Antena3, con el pijama puesto y la bata de casa verde fosforita con flores rosas que a mi madre se le ocurrió regalarme por algún oscuro motivo. Con el cenicero lleno de colillas pero el paquete de tabaco vacío de cigarrillos y lo que es peor, sin dinero suficiente para comprar otra dosis de nicotina.
Ahora mismo, soy como Marla Singer, sólo que ni follo tanto como ella ni me follo a Edward Norton o Brad Pitt. Creo que nunca he llegado a dar tanta pena, lo único que me falta es que aparezca un cámara de callejeros haciendo un especial de "adolescentes al límite: jóvenes que acaban mezclando los lacasitos con el vino sin ser conscientes de la diarrea que tendrán que soportar".
Lo único que puede salvarme ahora es comida oriental en cantidades industriales, pero claro, como no vaya a atracar un kebab no sé cómo lo conseguiré. Tendré que esperar que el efecto resultante de la mezcla de vino y chocolate colapse mi cerebro y me haga convertirme en Hulk o algo parecido. No creo que cueste tanto, si total, ya voy de verde...
Bueno, al menos el vino es de buena calidad.
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