Domingo por la tarde. Llueve a cántaros. Mal de amores.
Los tres ingredientes clave para que eche mano de mi paquete de lacasitos y de un vaso de vino. Sentada en el sofá viendo los "peliculones" de Antena3, con el pijama puesto y la bata de casa verde fosforita con flores rosas que a mi madre se le ocurrió regalarme por algún oscuro motivo. Con el cenicero lleno de colillas pero el paquete de tabaco vacío de cigarrillos y lo que es peor, sin dinero suficiente para comprar otra dosis de nicotina.
Ahora mismo, soy como Marla Singer, sólo que ni follo tanto como ella ni me follo a Edward Norton o Brad Pitt. Creo que nunca he llegado a dar tanta pena, lo único que me falta es que aparezca un cámara de callejeros haciendo un especial de "adolescentes al límite: jóvenes que acaban mezclando los lacasitos con el vino sin ser conscientes de la diarrea que tendrán que soportar".
Lo único que puede salvarme ahora es comida oriental en cantidades industriales, pero claro, como no vaya a atracar un kebab no sé cómo lo conseguiré. Tendré que esperar que el efecto resultante de la mezcla de vino y chocolate colapse mi cerebro y me haga convertirme en Hulk o algo parecido. No creo que cueste tanto, si total, ya voy de verde...
Bueno, al menos el vino es de buena calidad.
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