domingo, 20 de febrero de 2011

Lección 0

Esto no se arregla.

Anulada. Ignorada. Una perfecta segundona. Lo he dado todo, absolutamente todo. Pero ya no queda arena dentro del reloj.
Ya no puedo poner más de mi parte porque ya no existe, no hay, se ha ido. Las ganas, los motivos por los que luchar, las fuerzas, se han desvanecido.
Ya no puedo continuar viendo cómo pasan los días observando cómo te quedas ahí sentado, inmóvil, mirando cómo nos hundimos.
Ya no puedo seguir viviendo así, a merced de la incertidumbre, del no saber. Con una rabia que me quema por dentro al ver que se nos está yendo de las manos y no haces nada por solucionarlo. Rabia, porque me temo que no puedo seguir remando yo sola para que la balsa no se hunda.

Harta. Cansada. Decepcionada y desilusionada. Porque si existía la más mínima certeza de que pudiésemos salir adelante, créeme yo la he exprimido al máximo, una y otra vez. Pero ya no.
Ya me doy por vencida, por mucho que me cueste admitirlo, me voy por vencida y no voy a poner ni más empeño, ni más ganas ni más de nada para salir a flote. Porque no me quedan y, sobre todo, porque me duele. Me duele muchísimo. Me duele esa indiferencia, me duele que te falten las ganas, me duele la carga que yo sola estoy soportando.
Me duele que mi sitio este al margen, a un lado, por debajo del resto de las cosas. Porque creo que después de todo lo que he dado, después de todo lo que he luchado y aguantado no me lo merezco.

Aquí dejo la última huella de mi resistencia.

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