O de la visión de ella.
Sábado. Él me dio una de las mejores noches de mi vida. No me lo podía creer. Así, sin más. Tan pronto, tan rápido. Pero me gustaba. Quedamos otra vez. Íbamos a ver una peli en casa de D, los cuatro. Llegué y ahí estaba él. Sentado en el sofá. Me acerqué y me senté a su lado. Nos miramos. Sonreímos. Me dio un beso. - Tenía ganas de volver a verte. Y yo también.
Le dimos al play. Hacía frío. - Toma, tápate con esta manta, no te me vayas a resfriar. Sonreí y le di las gracias. Lo que vino después fueron dos horas de besos, caricias y cómplices miradas. Él me cogía de la mano y continuamente buscaba mis labios para besarlos. Yo me apoyaba sobre su hombro mientras le hacía cosquillas en el brazo. - No estás prestando atención a la película. - Es que te estoy mirando a ti. Miradas. Miradas, sonrisas y susurros. Susurros que se convertían en besos.
Se acabó la película. Bromeamos un rato, los cuatro. Ya era muy tarde y había que volver a casa. Yo esperaba volver a pasar la noche con él. - ¿Nos vamos? - Bueno...
Fuimos hasta mi coche, iríamos en él hasta el suyo. Supongo que ahora estaremos solos un rato. Arranqué. Me guió. Cuando llegamos hasta donde tenía aparcado su coche me paré y apagué el motor. Llega el momento que más había estado esperando. - Bueno, me voy, hablamos mañana por MSN. Me dio un beso y se fue.
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